@ellibelaresc
La escena la podrían haber firmado Miguel Mihura o Jardiel Poncela. Se abre el telón. En el centro de la escena la familia Ortiz-Rocasolano. Nerviosos, excitados. Las candilejas no permiten ninguna sombra. De las bambalinas cuelga solemne, hierático, el Sorolla de Alfonso XIII. Por la derecha sale el jefe de protocolo. Envarado. Didáctico. Aconseja a los presentes naturalidad y les enseña cómo tienen que comportarse. Desaparece por la izquierda. Mientras esperan la aparición de los Borbones la republicanísima familia de Letizia ensaya genuflexiones y leves inclinaciones de cabeza. Ambiente de desconcierto. La escena se pone en movimiento. Entran por la izquierda los primos del príncipe, los oligarquitas, después las hermanas del rey, Margarita y Pilar; luego entran Marichalar y Elena, Urdangarín y Cristina. A continuación salen Felipe y Letizia. Finalmente, Sofía y Juan Carlos, jovial y repartiendo carantoñas verbales.
Pero vayamos al contenido. De los primos del príncipe ni comentario. Sólo se salva el marido de Simoneta, José Luis Fernández Sastrón, un espectáculo de ingenio, elegancia y cultura. De Margarita dice que es agradable, discreta, humilde y muy cariñosa. De Pilar que es prepotente, borde y desprecia todo y a todos, “se la notó incómoda y algo asqueada cuando saludó a mi familia plebeya”. De Urdangarín sorprende su altura. Es un tío cercano, cariñoso, agradable y con mucho sentido del humor. De Elena que es una persona callada, educada, parsimoniosa, inalterable, ausente, ensimismada. Cristina es maja, agradable, dicharachera, ágil, cercana, cariñosa, nada clasista. Felipe es un tío cercano, cordial, educado, accesible y con la suficiente inteligencia para no creerse hijo de ninguna deidad. Sofía es seria y distanciadora, inteligente y brillante. Encantadora, amable y correcta.
De Juan Carlos afirma que su campechanía es una pura y simple fachada. Que es alguien a quien todo lo que no sea él, y lo suyo, le da exactamente igual. Se cree una especie de divinidad: “El rey no respeta nada ni a nadie. Es un maleducado. El rey pasa de todo. He leído y escuchado en muchos sitios que Juan Carlos mantiene una relación poco cordial con Letizia. Que se llevan mal. Yo no lo percibí nunca así. El trato que el rey le dispensa a Letizia es parecido al que le ofrece a Sofía, a sus hijos o a sus nietos. En las numerosas ocasiones en las que los he observado, jamás he visto en Juan Carlos un gesto de cariño o afecto hacia su hijo. Ni hacia nadie. Juan Carlos trata a todo el mundo por igual, con una indiferencia y un desdén tan palpables que impresionan. Como si estuviera por encima del bien, del mal y de nosotros. Como una deidad a un insecto. No es una persona brillante. Su discurso se limita al chascarillo. A la ocurrencia banal. Pero al margen de todo esto el rey no me gusta como persona. No me parece un tío fiable. No es muy considerado con nosotros, ni con el arte, ni con nada”.
De Letizia dice, entre otras exquisiteces, que: “Uno de los mitos más divertidos que ha aireado la prensa lacaya sobre mi prima es el de la voraz lectora. Mi prima no ha leído jamás otra cosa que periódicos, algún bestseller tipo Grisham o los libros que le obligaron a leer en el colegio y en la facultad”. Letizia es una mujer ambiciosa dispuesta a cualquier cosa con tal de estar a la altura entre los Borbones. Así, siempre según David Rocasolano, impuso a su familia un apretado calendario tras el anuncio de su compromiso con el Príncipe de Asturias para confraternizar con los Borbones. Ella, asegura “controlaba férreamente la situación con admoniciones constantes y rigurosa supervisión”. Que si la segunda mujer de su padre, Ana, no puede ir a la boda. Que tienes que decirle al abuelo Paco, ultrarrepublicano, que deje de hablar con los periodistas… pequeños detalles que iban cercenando la libertad de la familia Ortiz-Rocasolano en contraste con la de los Borbones. ¿ Por qué mi abuelo no puede presumir de nieta y ser campechano con la gente, como el rey?¿Por qué Chus, el padre de Letizia, no puede llevar a su segunda esposa a la boda de su hija, mientras el rey sí puede marcharse de safari con una tal Corinna? Una manipuladora hipócrita con el complejo de no ser bastante ante los Borbones.
Entre los episodios que relata figura el de la boda de su hermana, a la que asistieron Letizia y Felipe cuando eran novios. David Rocasolano se muestra herido por las burlas de la prensa hacia su familia en la boda de su hermana Abigail: “Se mofaron de nuestra forma de vestir. De los escasos dientes que lucen nuestras abuelas. Del menú. Del restaurante. De la orquesta. Incluso, para demérito de la grandeza de España, se regodearon en el hecho de que Felipe, como un paleto asturiano más, comiera langostinos congelados con la mano”. A Letizia estas críticas la sacaban de quicio, la enervaban hasta la histeria, la desencajaban.
También critica a su familia por el “vasallaje” voluntario al que se someten. Tacha de “patética” a su tía, la madre de Letizia, en su trato hacia la reina y consuegra. Asimismo ve excesiva la pleitesía que mostraba su prima hacia su suegro, tratándole de majestad incluso en la intimidad. David Rocasolano lo interpreta, sin embargo, como una “estrategia” y no un sentimiento real.
Esto que os cuento, y otros muchos detalles, constituyen el contenido del libro. Reconozco que cuando lo empecé a leer iba con muchos prejuicios hacia Rocasolano. Después de haber leído y comentado el libro no lo tengo muy claro. Nada claro.
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En la gacetilla de mañana hablaremos de ¡MUNDO HIPÓCRITA!